Si los padres fundadores levantaran la cabeza verían cómo algunos de sus mejores sueños se desvanecen, barridos por esta crisis peculiar que hacen los ricos contra los desfavorecidos, a quienes secuestraron en primer lugar el pensamiento, luego el poco bienestar que les quedaba, bajo el paraguas de sus recetas ultraliberales: control de precios, menos Estado, finanzas desreguladas, prevalencia de lo privado sobre lo público, internacionalización de las finanzas globales, secuestro de la política, al mando quienes no comparecen ante los votantes. Para eso han «internacionalizado» la economía, con instrumentos adecuados a los intereses de una minoría insaciable y para eso disponen de un Banco Central Europeo que se ocupa del control de precios, esa es casi toda su política monetaria, y nada de crear empleo, de emisiones de deuda o eurobonos cuando hace falta.
Sobrios en lo personal, transfronterizos, políglotas, dialogantes, pragmáticos, solidarios, perseguidos y en carcelados por Hitler y Mussolini. Pensaban con Kant que sólo lo ético es político, renunciando por tanto al cortoplacismo en la política de la astucia que mira a las encuestas en vez de velar por las generaciones venideras. Soñaron y lograron en parte una Europa en paz, democrática, abierta y cohesionada, el mayor espacio de bienestar social conocido en el mundo.
Hoy, sin embargo, la única de las cuatro libertades por ellos soñadas que funciona adecuadamente es la libre circulación de mercados financieros a nivel global, mientras asombra ver el desguace del derecho laboral y la economía social de mercado no funciona por falta de competencias comunitarias, porque así lo quiere la mayoría conservadora que gobierna Europa en su conjunto.
A aquellos políticos sucedieron otros como el presidente Delors, poderoso motor del diálogo norte sur, Felipe González o Helmut Kohl. Este dijo que no quería una Europa alemana, sino una Alemania europea. González acuñó el concepto de cuidadanía europea con derechos sociales mínimos, liderando la duplicación y concentración de los fondos estructurales en las Regiones de Objetivo I, como Castilla y León.
Hoy las iras del sur se centran en la señora Angela Merkel, olvidando que los cuidadanos votan a los políticos que se les parecen. De hecho, a sus anteriores socios de gobierno, los liberales, les parecieron timoratos los evidentes excesos y gestos autoritarios de la canciller Los alemanes, desde la caída del muro, ya no miran hacia Europa como antes y nos dicen a los «despilfarradores» del sur que hagamos los deberes como hicieron ellos, olvidando que en 2007 tenían el doble de deuda pública que España y que buena parte del coste de la unificación alemana la pagamos el resto de los europeos.
En los años ochenta era otra la relación de fuerzas y también el talante. Si se me permite recodaré la defensa, como ponente del Parlamento en los debates del Modelo Social Europeo, apoyado sin matices por la Confederación Europea de Sindicatos y, como era y es habitual, por el resto de la izquierda europea. También por el Partido Popular Europeo, por boca de su portavoz, el también leones Fernando Suárez, brillante parlamentario luego apartado de la política por el presidente Aznar.
Es lo que hay. La política de silla vacía lastra muchos avances en las instituciones europeas. Acorde al diseño de los fundadores sólo es posible avanzar, con diálogo y mucha paciencia, por acuerdos entre el centro derecha y el centro izquierda, ampliando los poderes del Parlamento, como en esta oportunidad, hasta que la democracia impregne todos los mecanismos de las instituciones comunitarias. En esta ocasión y por vez primera dos candidatos parten con posibilidades reales de presidir la Comisión Europea por los votos de los ciudadanos, el socialista Schulz el concervador Juncker, dos modelos diferentes. Es mucho lo que nos jugamos ahí. Rotundamente digo que no es lo mismo. No es lo mismo en España y tampoco en Europa.
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